lunes, 1 de noviembre de 2010

Segundo y tercer capítulo. Tráfico oculto.

5 de Octubre de 2010, martes

El días más tranquilo de mi vida

Estoy estirado en el sofá, pensando en lo que Víctor me dijo ayer cuando me llamó por la tarde. Me contó que pudo localizar a su primo, y que éste, le comentó que me pasara por las oficinas de la empresa que allí me esperaría él en un coche rojo para llevarme frente al jefe de personal. Es decir, ¡me había conseguido una entrevista! Me dijo que tenía que estar mañana día 6 a las 9.00 de la mañana de la calle Avenida Álvarez de la Campa s/n.

He llamado al taller y les he dicho que tenía fiebre. Paso de ir a trabajar, estoy nervioso y tampoco voy a durar mucho más en ese taller mediocre. Pronto me comprare un buen ordenador, con las pizzas pepperoni rodeándome. ¡Ah! Y me cambiare la televisión.
He seleccionado la ropa que me pondré para mañana, unos zapatos negros, con un tejano de pana muy guapo y una camisa blanca con rallas negras.
Hoy me quedaré el resto del día viendo las películas que me bajado por Internet, Saw VI, Hostel 2 y Km666.

6 de Octubre de 2010, miércoles

Del huevo duro a los langostinos

Son las 8 de la mañana y ya he desayunado un croissant con un café Marcilla buenísimo. Que placer da un café de buena mañana, te hace ver las cosas con más tranquilidad, tanta tranquilidad que ¡llegaba tarde!
Cogí mis llaves de mi precioso Megane y fui hacia la ronda litoral, la vía de acceso hacía el puerto de Barcelona. El tráfico estaba bastante fluido, y los rayos solares que nacían en el horizonte, hacía presagiar un día perfecto.
Tardé menos de lo esperado en llegar a la Avenida Álvarez y de lejos pude distinguir un coche rojo y al lado un tipo con una pancarta con mi nombre. Paré con el coche justo a su lado y abrí la ventanilla. Era un tipo enorme, juraría que pasaba de los dos metros de altura, tenía una barba muy espesa y llevaba unas gafas de color negras que, a mi parecer le quedaban horribles. –Hola, ¿es usted el primo de Víctor?- le dije suavemente.-Si, me llamo David. Estoy encantado de conocerte, Víctor me habló maravillas de ti.- Me dijo con una sonrisa de oreja a oreja. De pronto su expresión facial cambió radicalmente y me dijo: - Vamos a las oficinas, te presentaré al jefe de personal para que te realice una entrevista-.
Aparqué el coche junto a la puerta de oficinas, y cuando salí del Megane, me quedé impresionado. Ante mis ojos se posaba una nave enorme, donde imagino que iríamos ahora, y de lejos pude identificar perfectamente un par de buques amarrados. Eran una preciosidad y sobretodo eran de gran tamaño. – Vamos, acompáñeme por aquí, por favor-.
Abrió una puerta metálica de color azul, y nos adentramos en aquella inmensa nave. Nada más entrar topamos con unas escaleras en forma de caracol, que nos disponíamos a subir. Al lado de las escaleras se encontraba una puerta y un letrero que decía, ALMACÉN.
Empezamos a subir escalones y escalones, hasta llegar al tercer piso, por donde había un pasillo a oscuras iluminado tímidamente por las luces de emergencias. Recorrimos mitad del pasillo, cuando David se paró en seco, haciéndome echar el cuerpo hacía atrás, porque sino me lo comía. – Aquí está-. Me dijo mientras señalaba con el dedo la puerta.
David abrió la puerta y de pronto pude ver a un hombre sentado, haciendo un gesto muy rápido, como si intentara esconder algo. Estaría con alguna revistilla.
-Oye, ¿Cuántas veces te dicho que aquí primero se pica y luego se entra?-. Dijo con un tono alto y con una expresión muy seria. –Lo siento jefe. Ha llegado el nuevo-. Dijo mientras se echó hacía un lado, para que dejara verle mi rostro a aquél hombre enfurecido.
-Hola, ¿Gabriel?-. Mi presencia le había cambiado totalmente su cara.
-Sí, buenos días.
-Siéntese por favor. David, ¿te importaría dejarnos solos? Gracias. El chico salió sin rechistar, cerrando la puerta muy lentamente.
- Bueno Gabriel, me alegro de que podamos contar contigo. En un principio para éste empleo se necesita todos los carnets de vehículos.
-Perdone, pero a mí no me han informado de esto…
-Tranquilo, en tu caso no será necesario, necesitamos con urgencia un estibador, ya que andamos cortos de efectivos, así que por mi parte está usted contratado.
- ¿Así de fácil?- Dije atónito. –Así es, No se preocupe le enseñaré personalmente por encima sus tareas a realizar. –Gracias.- estaba impresionado, nunca me imaginaria que un hombre como yo, de 38 años, podría tardar dos días en encontrar un trabajo en éstas circunstancias de crisis económica que atraviesa España. – Por cierto. ¿Cuál es su nombre jefe?
- Alexander Gioguli. Sí, soy italiano.- Me respondió con una sonrisilla. Aquel hombre era realmente alto y corpulento, con una magnífica perilla y unas ropas que daban de que pensar. Parece ser que los trabajadores de ésta empresa se alimentan que da gusto.
Salimos al pasillo y giramos a la derecha. –Gabriel le enseñaré un poco por encima las instalaciones de nuestra empresa, y después le enseñaré su zona de trabajo.- Iba indicándome diferentes despachos con un dedo índice que parecía una morcilla. Aquél hombre sin duda era toda una mole. De golpe se paró. –Aquí está el comedor, a la 13.30h nuestra cocina la señora Deimison, le servirá a usted y al resto de empleados la comida en un precioso comedor con gran ambiente.- Con una tranquilidad enorme me abrió la puerta del comedor.
Seguimos andando, hasta llegar a unas escaleras. Bajamos con un paso más ligero y acabamos en un pequeño recibidor. Dos sofás de cuero negro y en medio una máquina de café estaban implantados allí, con 2 puertas de metal bien grandes. Almacén 2 y Almacén 3. Abrió la primera puerta, ¡Oh dios mío! Una cantidad de coches, cientos, no, ¡miles! de ellos. Turismos, motos, furgonetas, tráiler s, podías escoger cualquier cosa, que seguro, lo encontrabas.
- Aquí están todos los vehículos en estado de espera para embarcar.
-Es alucinante… ¿Cuántos hay señor Gioguli?
- En el albarán tenemos contabilizados 1.361 sin contar motocicletas.- Contesto satisfecho.
Cerró la puerta y fuimos de nuevo hacia las escaleras, subimos un piso y nos topamos con una puerta pequeña, me suena de algo, creo que es la puerta de entrada. La abrió con un crujido y los rayos solares inundaron el interior de la sala. Salimos justo enfrente de mi coche. Sígame- Le seguí sin decir nada. Estaba plagado de naves inmensas, una aquí, otra allá, y de fondo, los barcos, haciendo sombras en las aguas mediterráneas, esperando a la señal del capitán para zarpar a cualquier lugar del planeta. Llegamos a una pequeña cabina, donde había un chico jovencito, no tendría más de 20 o 21 años. Miré Trevys, aquí está el nuevo, será su nuevo compañero de trabajo.- dijo al chico lentamente. El chico me tendió la mano amablemente. – Encantado Trevys, soy Gabriel.- El placer es mío, me dijo con una sonrisilla.
-  Gabriel su trabajo será el siguiente. Al llegar, se pasará todos los días por esta cabina para fichar y ponerse su ropa de trabajo que ahora se la pondremos junto con un papel donde se le introducirán una serie de numeraciones que corresponden a los vehículos que usted ha visto en el almacén 2.- Asentí la cabeza, como haciéndome el interesante. – Y al lado de esas numeraciones se le pondrá una letra al lado. Esa letra corresponde a las plantas de los barcos. ¿Lo ha entendido?– Claro señor Gioguli. A partir de mañana por la mañana a las siete empieza su tarea- dijo mientras se encendía un puro. – Claro, contra antes mejor. - Me debería de dar sus datos personales para poder formalizar su contrato.-
Después de escribirle mis datos personales con mi número de cuenta (le dado el número de cuenta que utilizo para comprar por Internet y en la que recibo las nóminas, siempre tengo 10€ para poder mantenerla abierta. Cuando cobro la mensualidad, tengo una orden hecha con el banco para transferirla al instante a mi otra cuenta, así, nadie puede robar por Internet), nos estrechamos la mano y nos despedimos.
Llegué hasta el coche, en cuanto arranqué y me alejé un poco del puerto empecé a pensar, en el cambio de vida que me han blindado. Era como pasar de comer un huevo duro a unos langostinos, hablando metafóricamente.

domingo, 24 de octubre de 2010

Primer capítulo del libro. Tráfico oculto.

4 de Octubre de 2010, Lunes

Una semana más

Hoy un día más, un día marcado por el bochorno, marcado por la ansiedad de la gente para que llegue el 11 de Octubre y disfrutar de un día de fiesta, (12 de Octubre, el  día del Pilar).
Pero yo no, no tengo esa ansiedad. Yo soy un hombre que prefiere estar en casa, con un ordenador al lado y un par de pizzas rodeándome, esperando para ser engullidas.

Mi nombre es Gabriel, aunque la gente que me conoce me llama Gabri. Vivo en una localidad muy próxima a la ciudad Condal, Barcelona. Esta localidad me es muy querida, he pasado toda mi vida viviendo aquí, y, aunque no tenga ni cines, ni nada para el ocio, me gusta, estoy cómodo en Ripollet.
Hoy me levantado como cada día a las 07.45 de la mañana. Tras estar unos 5 minutos haciéndome el remolón en la cama, repasando lo que debía de hacer hoy, me levanté de golpe, me puse mis chancletas rosas (me las encontré un día en la playa, y no me quedaban más que éstas feas  chancletas). Me he preparado unas tostadas con mermelada de fresa y unos trozos de queso y mientras disfrutaba de un agradable desayuno escuchaba la radio.
La radio y el ordenador, dos motivos tan importante para mí como para no salir casi nunca de casa, eran mis amigos, de hecho, mis únicos amigos.

Iba a llegar tarde al trabajo, tenía que darme prisa. Cogí las llaves del Megane y me fui pitando hacía el pueblo vecino, Cerdanyola, donde trabajaba, en un pequeño concesionario de Citroën.
Llevaba 12 años trabajando en aquel lugar, era el más veterano de la plantilla, lo cual eso me hace ser una persona un poco más respetada dentro de mi trabajo, podríamos decir como un “jefecillo”.
Por esa razón ni hablaba casi con los del trabajo, ni hasta en el trabajo tengo relaciones, en fin…
- ¡Gabri! Necesito que hagas un cambio de filtro de aceite- Me dijo de golpe Manolo, mi encargado. Un hombre corpulento, alto, con una barba muy pronunciada y con su siempre bata gris llena de grasa y aceites.
-De acuerdo, pero lo haré esta tarde, que ya quedan 5 minutos para plegar- Le respondí, ni de broma me iba a quedar más de un minuto trabajando, yo cobro por trabajar, no regalo nada a nadie, faltaría más.

Después de 15 minutos odiosos parado detrás de un camión que se había quedado bloqueado entre un coche y una esquina, pude llegar a casa. Al llegar me acordé de mi mala cabeza por no haber comprado el otro día más latas de conservas. Nunca me ha gustado especialmente cocinar. Tuve que hacerme una tortilla con los pocos huevos que quedaban y unos trozitos de bacón.
Mientras, estaba por Internet, revisando las últimas noticias deportivas. Bendito sea a quien inventó el ordenador y sobretodo Internet, sin moverte de casa lo sabes todo, y sin necesidad de ver las horribles caras de las personas, puedes hablar con ellos, haciéndoles creer la persona que NO eres o que te gustaría ser.
 Mi habitación parecía una secta, todo a oscuras, con olor a cerrado, los armarios viejos, demasiado. En sí todo el piso era viejo, el edificio tenía si bien no recuerdo mal, unos 30 años.  Definitivamente, cualquiera que me conociera ahora, pensaría que soy un desgraciado, sin gente con la que relacionarme y con una vivienda de lo más mediocre. Pero así soy yo, me gusta ser yo.

A las 17.00 horas estaba ya en el taller, cambiando el maldito filtro del aceite de un Opel Astra. Un coche con tan sólo 25.000 km y con unos cuantos bollos y sustituyendo un filtro de aceite…Así será el dueño.
Casi estaba acabando el cambio cuando Abel, un chico de 17 años con muchas pecas en la cara me llamó. – Señor Gabriel, le llaman de dirección.- Me dijo el chico muy serio, que la verdad no me extraña, un chico que estaba de prácticas y hablando con un integrante de la plantilla, para estar de campo y playa, seguro.
-Vale, gracias chaval.- Le contesté en un tono amable.
Casi nunca me hacen subir a dirección, algo importante querrán comunicarme, espero que no sea la hora de ir a la INEM en busca de trabajos chorra.
Definitivamente me veo en la INEM, las caras que tenían los altos cargos de la empresa no eran muy amables por lo que pude adivinar en tan sólo nos segundos, solo Susana, una de las administrativas, con un tono muy dulce, me dio las buenas tardes.

Son las 23.57 de la noche, estoy borracho como una cuba. Después de pasarme toda la noche llorando, mientras veía la teletienda y bebiendo chupitos de vodka absolut, me di cuenta que debía de hacer algo. Pero mañana, que ya es tarde, ahora intentare dormir, aunque con el mareo que llevo de la borrachera, me va a ser un poco jodido.
Me levantado a las 12.00 del mediodía, joder, la borrachera tiene sus efectos... ¡Y yo que quería levantarme pronto! En fin...  Me iré a dar una vuelta por el rio, haber si despejo la mente.
Mientras iba por el rio, me encontré con Víctor, un vecino que tenía en el piso, (ahora se mudo, me parece que en Barcelona). –Hola Gabriel cuanto tiempo ¿no?- me dijo en un tono alto.
-Bueno, casi 2 años hace que no te veo- le contesté con un tono seco.
- ¿Y el trabajo?- me dijo mientras me miraba de arriba abajo.
- El trabajo una mierda, ayer me echaron del taller, después de un porrón de años…Ahora tengo que encontrar algún trabajo urgente-.
- Mi primo Sebastián es encargado de la zona del puerto de Barcelona, quizás si le hago un toque y le pida el favor para que tengas una opción…
- ¿Enserio?- Contesté con una cara de tonto que me extraña que Gabriel no se hubiera partido a reír en mi cara.
- Sí, incluso un estibador gana muchísimo dinero, tengo entendido que rondan los 3.000 euros, aunque te piden todos los carnets de vehículos. Pero bueno, igual mi Primo puede hacer algo. Tú dame tu número de casa y a la tarde te llamo.
Nos despedimos con un gran entusiasmo y me fui derechito a casa, en busca de todo tipo de información relacionado con el puerto. Buscando noticias por Internet sobre los estibadores del puerto de Barcelona.

Dos estibadores desaparecen el día 16 de Agosto, sin acudir a sus puestos de trabajo durante casi una semana, pocos días después son encontrados en un maletero de un Nissan Murano y un Nissan Pixo respectivamente, que estaban estacionados en un barco listo para zarpar hacía el continente Asiático.
Era una breve noticia que encontré en El Periódico. No tenía porque preocuparme, secuestros pasan en todas partes, además, que cojones, es un gran sueldo.